Para
Heinrich Schliemann, un millonario prusiano del siglo XIX, aficionado a la
arqueología… estaba seguro que sí. Que sí había una verdad detrás de las
leyendas. Así fue cómo leyendo La Ilíada logró descubrir Troya en Hisarlik,
Turquía, descubriendo, además 9 Troyas, una encima de la otra. Así como
escuchan: leyendo La Iliada encontró Troya.
El problema
con los mitos y leyendas es que son un teléfono malogrado de siglos de siglos,
donde la verdad se ha ido tergiversando con el pasar del tiempo… Mito no es
necesariamente sinónimo de mentira. No todo en él es falso. La cosa es
encontrar el meollo de verdad, la esencia real de los acontecimientos que se
esconde dentro… ese es el reto. Hay que dilucidar, desentrañar, discernir.
Y hay que
discernir con los ojos de la gente de esa época. Cómo ellos veían las cosas.
Por ejemplo. Los trabajos de Hércules. Cuando Heracles combatió a los pájaros
de Estínfalo… ¿a qué se estaban refiriendo los cronistas cuando hablaban de
pájaros de metal?...
O cuando el
héroe se enfrentó con la Hidra de Lerna… ¿En realidad, la Hidra tenía cien
cabezas que se regeneraban eternamente?...
¿O la
cierva sagrada de Cerinea tenía patas de bronce, cuernos de oro y era
gigantesca?
O el toro
de Creta, o el jabalí de Erimanto, el robo de las manzanas de las Hespérides.
Y así
podríamos hacernos más y más preguntas. ¿Los centauros eran mitad hombre y
mitad caballo? ¿Quién era en realidad el minotauro?... ¿El cancerbero era un
perro con tres cabezas? ¿Qué significaba ser “semi-dios”?
¿Qué
verdades guardan todos estos mitos? La historia a veces no nos puede contestar
todo, a ciencia cierta… pero sí la literatura, llenando vacíos y
reinterpretando las leyendas desde otro ángulo. Eso es lo que busco con este
libro. Y espero que les guste.
Beatriz Ontaneda
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