J.M.
Tanto fue el hábito de toda la gente artista y no artista de beber el café, antes, durante y después de realizar sus labores rutinarias, que terminó por llegar a las instalaciones de la NASA. Propiamente dicho a ser consumido por los astronautas, quienes no sólo lo bebían en tierra, sino que en algunas ocasiones llevaban los accesorios necesarios para prepararlo calientito y poder saborear su consistencia humeante.
Tanto fue el hábito de toda la gente artista y no artista de beber el café, antes, durante y después de realizar sus labores rutinarias, que terminó por llegar a las instalaciones de la NASA. Propiamente dicho a ser consumido por los astronautas, quienes no sólo lo bebían en tierra, sino que en algunas ocasiones llevaban los accesorios necesarios para prepararlo calientito y poder saborear su consistencia humeante.
Y en uno de los viajes espaciales, en que cierto trasbordador cruzaba el espacio al garete, como queriendo llegar más allá donde jamás habían llegado, los tripulantes se encontraron con una nave espacial, que a lo lejos parecía de mediano tamaño. Sin embargo, conforme se acercaron se dieron con la sorpresa que se trataba de una nave gigantesca casi del tamaño de un planeta. Así que en vez de alejarse decidieron hacer contacto con aquella raza desconocida.
Así que atraidos por la gravedad de aquella súper nave, abordaron los tripulantes terrestres y se asombraron de la extraña fisonomía de aquellas criaturas. Aparentemente tenían cabeza de dragón y cuerpo de león bípedo. Inicialmente no entendían ambas partes el idioma del otro, pero luego utilizando su tecnología se pudieron comunicar. Trágicamente aquellos extraterrestres olfatearon algo que no sabían qué era. Interrogaron a los terrestres sobre aquella sustancia olorosa. No obstante, ellos desconocían a qué se referían los extraterrestres, ya que no llevaban a bordo ningún artefacto o mineral extraño.
Así que atraidos por la gravedad de aquella súper nave, abordaron los tripulantes terrestres y se asombraron de la extraña fisonomía de aquellas criaturas. Aparentemente tenían cabeza de dragón y cuerpo de león bípedo. Inicialmente no entendían ambas partes el idioma del otro, pero luego utilizando su tecnología se pudieron comunicar. Trágicamente aquellos extraterrestres olfatearon algo que no sabían qué era. Interrogaron a los terrestres sobre aquella sustancia olorosa. No obstante, ellos desconocían a qué se referían los extraterrestres, ya que no llevaban a bordo ningún artefacto o mineral extraño.
Fue entonces que los seres híbridos al entrar al trasbordador sintieron el aroma de la extraña sustancia. Y la bebieron, y saborearon con exquisito gusto. Se trataba del café que habían estado tomando los tripulantes terrestres. Y tanto les gustó que les pidieron a los humanos que si les proporcionaban cantidades industriales de café, ellos les darían a cambio lo que pidiesen. Así que ante tal oferta, los humanos les pidieron que a cambio de su café les regalaran su súper nave.
El pedido fue muy descabellado, pero el sabor del café era tan sublime que los extraterrestres accedieron al cambio. Otorgándoles a los terrestres la nave gigantesca, con la que pudieron recorrer de punta a punta todo el universo. Y los extraterrestres aprovechando la cantidad abundante de café que tenían ahora, decidieron comercializarlo y sembrar sus semillas para que no se les acabase. Sin embargo, a pesar que hubieron regado, abonado y cuidado. El hecho fue que no brotó el café de los campos de cultivo de los extraterrestres.
Tal vez ellos se darían cuenta con el tiempo, pero lo cierto era que el café sólo brotaba estando en la Tierra, con los beneficios de nuestro ecosistema. Por tanto, pronto el café se les acabó a los extraterrestres y con otra de sus súper naves peinaron el universo en busca de los humanos. Y al encontrarlos hicieron un convenio para que les cambiemos más café por alguna de sus tecnologías. Este relato posiblemente no lo sorprendió como hubiera querido, pero al menos tengo mi café para inspirarme y seguir escribiendo historias de ficción.
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