(Esta historia podría ser basada en hechos reales)
En plena ciudad del Cusco donde se respiraba el aroma a misticismo, arqueología e incanato, todo ello incluía la presencia de personajes con "malas artes" o con el oficio del ocultismo. Nada más cercano a la realidad, que la práctica de la lectura de coca, de manos y hasta del tarot. Y de entre ellos sobresalía el quiromántico que tenía un nombre extraño, pero que al ser pronunciado en el lugar correcto inspiraba al auxilio de la adivinación a cambio de unos cuantos billetes. Su nombre era Hidalgo Quispe, más conocido como "Zahorí".
Y cuentan las leyendas que Zahorí había aprendido el arte de la lectura de manos de sus padres, y éstos a su vez de sus padres. Todo un árbol genealógico de quirománticos. Personajes que estaban normalmente ataviados con sus ponchos multicolores, y había entre los familiares, ancianos que contaban que eran descendientes de los gitanos, o sea que provenían de la India o que provenían del pueblo romaní. En fin, la cuestión era que el quiromántico de este relato le había leído el destino a medio Perú. Tanto así que ya tenía un tarifario, con el cual hasta tenía ofertas de 2 x 1, 4 x 2, 6 x 3, etc.
Sin embargo, cierto día se dirigió a su cabaña una mujer de nombre "Infortunio", y le habían puesto así, pues su madre al haber consultado con algún quiromántico de aquella época, le hubo revelado que tenía su destino marcado por la muerte y la mala suerte. No obstante, hasta el momento su vida había transcurrido apaciblemente y con tranquilidad mesurada. Y eso en cierta manera la tenía con la duda a flor de piel. ¿Qué pasaba con su desdicha anunciada? ¿Cuándo vendría su mala fortuna?, se preguntaba. Entonces Infortunio le consultó a Zahorí su caso y éste le leyó la mano.
Viendo alarmado que su línea de la vida tenía un rayón muy pronunciado y que se trifurcaba, o sea que se abría hacia tres vertientes. Por tanto, el quiromántico no quiso asustar a la mujer y sólo atinó a decirle que se fuera tranquila y que siguiera su vida tan tranquilamente como hasta ahora lo había hecho. Y que no tenía porqué preocuparse. Dicho y hecho, Infortunio partió ese día y pronto se daría cuenta de la sorpresa que le traería el destino.
Aquellas tres vertientes eran tres hijos que alumbró al año de aquella visita, sin embargo, Zahorí también había visto que en aquella trifurcación había un espacio vacio y luego desaparecían las líneas. Efectivamente, Infortunio falleció a los tres años, luego que sus hijos ya hubieron sido mayores de edad. No obstante, la mala suerte siguió rondando el destino de la familia de Infortunio. Y a los tres años de haberse casado sus tres hijos, encontraron la muerte en tres trágicos episodios. Enterado el quiromántico, ya más avanzado en años, tuvo un día la idea de leerse su propia mano. Apreciando que en toda la palma sólo había una raya horizontal. Comprendió entonces que su propio destino lo había traicionado. Siendo atropellado en una autopista por un camión de la empresa "Horizontes".
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