Cada cierto tiempo venían
diversas ferias; para ofrecer a los lugareños múltiples atractivos. Y dentro de
las cuales había un personaje que era uno de los mejores y de los más
esperados. Se trataba de un ilusionista, el cual, con sus poderes hipnóticos,
podía hacer ver a su “clientela” lo que quisieran que se haga realidad.
-Oiga, míster, mí quisiera ver
algo especial de mi país -le dijo un gringo al ilusionista a quien llamaban
Mandrake.
Por
lo cual, tomó entre sus manos la cabeza de su “cliente” y pronunció unas
palabras en un extraño lenguaje. Y en el acto el gringo tuvo una mágica visión.
-Ou, ou, very well… mí ver la
estatua de la Libertad moviéndose y bailando. Gracias, míster…very thanks.
Luego
se le acercó un turista italiano, y le pidió que pueda ver alguna ilusión de su
país.
-¡Qué alucinante… puedo ver la
torre de Pisa enderezándose y caminando con sus propios pies! Gracias, gracias,
señor Mandrake.
Luego,
se le acercaron lugareños, que le pedían poder ver ilusiones del país. A lo que
el ilusionista tuvo que esforzarse un poco más de lo acostumbrado.
-¡Increíble, qué bacán! Puedo ver
el Tawantinsuyo en nuestros tiempos, y además que somos primera potencia. Hasta
parece que me hubiera fumado algo.
Y
así fueron llegando más y más personas, que le pedían deleitar sus mentes con
peticiones cada vez más exquisitas. Y hubo uno que le pidió ver cómo sería en
un futuro el turismo espacial. Así que continuó con su rutina.
-¡Asu… qué paja! Puedo ver naves
espaciales. Personas volando sin necesidad de autos. Planetas del Sistema Solar,
atiborrados de extraterrestres, con muchas tecnologías nunca antes vistas.
Luego,
se le acercó alguien inesperado. Nada más y nada menos que Vargas Llosa, y le
pidió ver algo alucinante sobre el país.
-¡Oye, Mandrake! ¡Qué tales
visiones! Puedo ver a un Perú sin pobreza. Sin enfrentamientos. Y en todo el
mundo ya no hay guerras territoriales.
No obstante, nuestro Premio Nobel
le preguntó cómo habría sido la historia del Perú si habría ganado con su
partido “Fredemo”.
En
ese momento, Mandrake se concentró y le extendió unas visiones.
-Vaya, vaya… ¡qué sorpresa! Me
veo en aquel año 1990, ovacionado por el país. Todos gritan mi nombre y estoy
haciendo muchas obras por la cultura, por la literatura y a un chino relegado a
sus quehaceres del otrora. Gracias amigo. No sabes cuanto me has alegrado la
mente.
Minutos
después se le acercó un niño, que le preguntó cuál sería el presidente ideal
que podríamos tener. Aquella ilusión tomó por sorpresa a Mandrake. No obstante,
aunque tomó la cabeza del niño entre sus manos, no le restó más que decirle:
-Amiguito… soy ilusionista… pero
no Dios.
Esgrimista
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