Cecilia Medo
Se podría pensar que un látigo muy largo tuvo que ser usado para unir de un certero golpe los nombres de Leopold Von Sacher Masoch, con aquel del príncipe del terciopelo subterráneo de NY City, Lou Reed.
A saber, Lou Reed formó en 1964 junto a John Cale la célebre banda de rock –considerada por muchos como proto-punk también- The Velvet Underground, auspiciada por el gran Andy Warhol. Y hasta aquí no parece haber conexión alguna entre Von Sacher-Masoch y Reed; pero vayamos por partes.
Leopold Von Sacher-Masoch fue un escritor austriaco –nacido en Lemberg, Rusia actual- que pasaría a formar parte de la historia por haber escrito la inmortal novela Venus Im Pelz, “La Venus de las Pieles”, considerada la Biblia de aquello que después pasaría a llamarse masoquismo -sí, el nombre proviene de Von Sacher- Masoch.
Leopold hizo mucho más que escribir una novela, le puso su apellido a una forma perversa de practicar el erotismo, aquella que no conoce el placer sin el dolor y la total sumisión/dominación del otro. En ella, se limitó a relatar buena parte de su vida íntima; de hecho él y una tal Frau Fanny Pistor fueron cómplices en un experimento por demás osado. Firmaron un acuerdo mediante el cual durante seis meses ella, Frau Pistor, estaría a entera disposición de Herr Von Sacher-Masoch para, bien enfundada en pieles de armiño, mostrarle su lado más despiadado. Leopold se comprometía a ser su siervo y cumplir todos sus deseos, a cambio de gozar de su exquisita crueldad, de forma exclusiva.
Asi nació Venus Im Pelz en 1870. Von Sacher-Masoch se casó con otra dama, pero el látigo que habitaba en su alma nunca fue guardado, Leopold demandó de todas sus mujeres lo mismo: la más exquisita crueldad, la humillación progresiva que llegaba, de ser preciso, hasta la infidelidad consentida. Porque él no podía evitarlo, solamente así, convertido en ese sumiso cordero deseoso de ser sacrificado en el altar de Eros, lograba sentirse vivo y experimentar el más increíble placer, que él mismo calificara de “supra sensual”. En la ficción, Leopold se convierte en Severin, las mujeres de su vida hasta el momento, desde Fanny hasta Angelika Aurora Rumelin, su esposa -quien lo abandonó por otro hombre- se convierten en Wanda.
Y es aquí que, casi cien años más tarde, Lou Reed y John Cale entrelazan látigos y retoman esta extraña historia. Reed compone unos versos inquietantes que cuentan la historia de Severin y su Venus con látigo y pieles de armiño; la historia de Masoch en clave de rock experimental, arty y edgy. La canción compuesta en 1966 y grabada en 1967 también estuvo destinada a pasar a la historia desde sus primeros acordes. Reed y Cale decidieron que el sonido debía ser distinto, perturbador, abiertamente enrarecido. Entonces se les ocurrió afinar todas las cuerdas de la guitarra en un mismo tono –aunque en distintas octavas-, junto a la cacofónica viola de Cale, efecto al que bautizaron como “Ostrich Guitar” o “efecto Avestruz”. Basta con escuchar los primeros acordes para sentirse sumergido en una líquido extraño, en otra dimensión sonora y sensorial.
La letra habla de unas botas brillantes, ora de terciopelo ora de cuero, de sonrisas en la oscuridad y de ella, la Venus, vistiéndose de pieles para su siervo, que la espera ansioso, de rodillas, preparado para la sesión de amor/dolor. Lou nos cuenta con risitas malévolas sobre el látigo que Severin recibe con el rigor que el amor exige, que recibe agradecido de su señora, “para curar su corazón”.
EL tema apareció en el álbum The Velvet Underground & Nico y marcó la corta pero fructífera trayectoria de la Velvet y en especial de Lou Reed, quien después, en solitario, siempre exploraría esos y otros submundos del ser y el estar, aunque esa es otra historia. De momento nos quedamos con Leopold y Lou unidos por el látigo de esta Venus. ¿Por qué Leopold la vestiría de pieles? Nos atrevemos a ensayar una que otra teoría.
Es sabido que las pieles han sido un símbolo de realeza en Europa, de hecho, los mantos de armiño siempre han sido distintivos de reyes y reinas. Y se sabe también que, para conseguir las pieles más perfectas y finas, se somete a los pobres animales al horrible tormento de ser despellejados vivos. Una práctica inequívocamente sádica. Juntemos la majestad de las pieles ya convertidas en lujosos abrigos, mantos y estolas, acariciando la suave piel de esta Venus –emparentada quizás tiempo después con Cruella De Ville - unida a la violencia intrínseca que estas representan. Resulta medianamente creíble, si no plausible.
Lou acepta trocar el armiño por cuero brillante si es necesario, y así queda establecido un cliché: látigos y cuero, que no son otra cosa que piel sobre piel, y herida sobre herida. Cantado a media voz, como cuando se cuenta un secreto, así canta Lou esta canción. Nos habla de lágrimas y sueños de colores, de cansancio y hastío; de la necesidad de recibir el latigazo redentor de una implacable ama y señora. Y lo escuchamos reír mientras describe a Severin de rodillas, humillado, que habla siempre muy bajito. Es decir en éxtasis.
Citamos a la Venus:
" … La naturaleza se os presenta como algo hostil; a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa. Lo único que sabéis hacer es, o bien desterrarme y maldecirme o bien inmolaros como víctimas ante mi altar, poseídos por una locura propia de bacantes; y si uno de vosotros ha tenido alguna vez la osadía de besar mis rojos labios, peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón, mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas, violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís. "
Lou Reed se dirige a la diosa, con la reverencia del caso:
“Besa la bota, la bota de cuero brillante, cuero brillante en la oscuridad, lengua de cuero, la correa que te aguarda, golpéalo querida Señora y cura así su corazón”.
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