domingo, 31 de octubre de 2021

Micro-relato 25: Tres elementos: Halloween, guitarra y cajón, caramelos


-¡Lárguense mocosos malcriados! -bufaba don Gilberto, quien como una clase de Grinch, odiaba todo lo relacionado a la fiesta de Halloween.

-¡Halloween, Halloween, Halloween! -repetían una y otra vez los palomillas del barrio, quienes además no querían ir acompañados de sus padres.

En cuanto a sus disfraces eran muy variados. Había de los que se disfrazan del Hombre Araña, Batman, Superman, la Mujer Maravilla, en fin, toda una serie de disfraces, de los cuales, los más tenebrosos eran para aquellos niños lo más alucinante y lo más paja.

-Listo, que empiece la jarana -gritaba don Filiberto, quien era hermano de don Gilberto, por tanto, como imaginarán también odiaba todo lo relacionado con Halloween.

Y así, se armaba la jarana, tocando la guitarra y el cajón. Recordando a Felipe Pinglo, Lucha Reyes, Óscar Avilés, el Zambo Cavero, en fin. Toda esa mancha vernicular estaban gozando de lo lindo el Día de la Música Criolla. No obstante, como no se puede tapar el sol con un dedo, los niños no hacían caso a los gritos violentos de los que estaban gozando dicho Día de la Música Criolla.

-¡Halloween, Halloween, Halloween! -seguían gritando los palomillas del barrio, los cuales, "atacaban" en las tiendas, bodegas, restaurantes, en fin, en todos los negocios, e incluso les tocaban las puertas a sus vecinos de la tercera edad, y hubo veces que los botaban a gritos con "ajos y cebollas". Sin embargo, aquellos niños con respecto a aquella noche de brujas, con saber que se trataba de un día en que ellos se disfrazaban para pedir caramelos bastaba. Puesto que ignoraban que se trataba de una tradición de origen celta, y que todo aquello de disfrazarse como zombis y personajes que asustan, se hizo costumbre puesto que en un inicio se colocaban en las puertas calaveras, telarañas, máscaras con sangre, es decir, todo lo relativo a asustar, y de esa manera ahuyentaban a los malos espíritus, y así no entraban a sus casas, o esa era la creencia en sus inicios.

-¡Halloween, Halloween, Halloween! -volvían a pedir los palomillas del barrio. 

No obstante, uno de los jaraneros, idearon hacerles una broma a todos aquellos niños, y que ya no vuelvan a interrumpir su fiesta de música criolla. Y fue entonces, que cuando estaban pidiendo los dulces, les dieron los caramelos, y algunos niños se sorprendieron por aquel cambio de conducta hacia ellos.

-¡Bum, bum, bum! -sonaban los estallidos provenientes de los caramelos explosivos, cuya broma tuvieron que lamentar, ya que muchos de aquellos niños tuvieron que llevarlos de emergencia a los hospitales. 

Fue entonces que los niños que quedaron ilesos, decidieron vengarse de todos aquellos "aguafiestas", como ellos los llamaban. Por lo cual, juntaron las cajas de cerveza con sus respectivas botellas. Y como pasó en viceversa, aquellos jaraneros se extrañaron de la actitud de los palomillas del barrio. Así que les llevaron cajas y cajas, con la supuesta cerveza.

-¡Salud, salud, salud! -entonaron todos ellos, levantando sus jarros y empinando sus codos.

Y todo iba bien, hasta que empezaron las secuelas de la venganza. Y uno a uno empezaron a ir al baño, pero como el baño ya estaba ocupado, tuvieron que caminar a paso ligero, y sintiendo que "bajaban de peso". Algunos llegaban a sus casas "enteros", pero, la mayoría llegó con un bulto en sus trusas. Y fue así que los niños lo que habían hecho fue adulterar las cervezas con un fuerte laxante y los adultos mayores, tuvieron que pasar lo que quedaba de la noche en cama y con los cuidados de sus familias. No obstante, para los niños que quedaron incólumes, continuaron con su entonación:

-¡Halloween, Halloween, Halloween!

Y seguiría con esta historia, pero están tocando mi puerta, y como sé que son aquellos palomillas del barrio, voy a atenderlos, pero en esta ocasión les regalaré unos caramelos explosivos y una calabaza bomba.


Esgrimista 

 

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