A miles de kilómetros mar adentro, una embarcación se había volteado y hundido. Y de toda la tripulación solo sobrevivió uno de los marinos. Yendo a parar con lo que le quedaba de fuerzas a una isla misteriosa (perdón don Verne). Y a los tres días como comprenderán, aquel joven ya no aguantaba el hambre y ni siquiera podía beber el agua, pues era salada. Por lo cual ya barajaba como tendría que alimentarse. Así que empezó a caminar por toda la isla. Sumado a esto el inclemente sol flagelaba su cuerpo. Miraba a todos sus contornos. Hasta que empezó a chequear criaturas que le darían asco a un animal (perdón don Rambo). Y escarbando en la tierra se encontró con insectos variados. No obstante, comer hormigas no aliviaría su hambre. Así que siguió buscando. Encontró orugas que en la vida habría siquiera tocado con un dedo, pero como su estómago seguía rugiendo, llegó la hora como llega todo en la vida, y empezó a comerse a esas orugas "vivas". A ese extremo había llegado, lo cual calmó su hambre voraz y pudo sobrevivir. No obstante, a unos días después vio pasar volando a un cuervo (perdón don Poe). Y en ese momento no le dio importancia, pero en realidad era como una señal del destino. Una premonición de lo que pudiera ocurrir. Y al día siguiente, llegó a la isla otra embarcación. Él la vio llegar y encallar. Y sintió alegría de ver a otros seres humanos. No obstante, al acercarse, constató que no había tripulación. Como si fuera un barco al garete, a la deriva, el cual por alguna razón pensó que era un barco de fantasmas. Y al recorrer los contornos de este barco encontró un papel, que parecía como un voucher, y a su costado una cajita que contenía según olió y verificó que era una ollita con arroz con leche. Y además, otra notita que decía: "Perdón por la tardanza de este delivery. Pero le aseguramos que ha llegado en menos de 100 años". "Gracias por su preferencia".
Esgrimista
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