Juan Mujica
Al parecer en las consolas de la cabina de pilotos nada funcionaba. Como si un hechizo o magia negra hubiera paralizado las máquinas. El miedo se convirtió en pánico. Los astronautas empezaron a tiritar. “Es el frío” decían algunos, pero lo seguro era que ya no retornarían a la Tierra. A menos que ocurriera un milagro. En pleno cosmos, vieron venir una flota de naves, que al parecer no serían pacíficas, ya que no repararon en disparar una especie de rayos rojos. Causando graves daños en el trasbordador, que no estaba dotado con algún campo de fuerza, ni una estructura blindada.
Al momento los disparos empezaron a perforar la nave y los tripulantes desesperados gritando y pidiendo auxilio a la base de control en la Tierra. Sin embargo, no respondían y al parecer la flota de naves se dispersó, dejando de atacar a los astronautas. Y cuando parecía que volvía la paz, un agujero negro, gigante y feroz empezó a absorber todo el material cósmico que estaba en su camino, entre ellos el trasbordador, que fue succionado en medio de gritos y llantos de desesperación.
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