Juan Mujica
“Gota a gota, el agua se agota”, era lo que el presidente había estado repitiendo los últimos días. Sin embargo, la gente parecía no entender y sobre todo que no hacía caso a la publicidad televisiva, radial y de otros medios de comunicación. Por lo pronto, además de aquellas dos jóvenes que fallecieron el primer domingo de carnavales, el agua tuvo que cortarse debido a la escasez del líquido elemento.
“Gota a gota, el agua se agota”, era lo que el presidente había estado repitiendo los últimos días. Sin embargo, la gente parecía no entender y sobre todo que no hacía caso a la publicidad televisiva, radial y de otros medios de comunicación. Por lo pronto, además de aquellas dos jóvenes que fallecieron el primer domingo de carnavales, el agua tuvo que cortarse debido a la escasez del líquido elemento.
-¡Pucha cortaron el agua! –dijo doña Cecilia el último domingo por la mañana.
-¡Todo por culpa de los mocosos que tiran agua a la gente! ¡No respetan nada! –profirió don Augusto, fastidiado porque hubiera querido darse un baño por tanto calor.
-¡Mamáaaaa….. se fue el aguaaaa. ¿Cómo jugamos ahora carnavales?
-¡Qué, muchacho del demonio!... ¿Todavía piensas en los carnavales cuando no hay agua en todo Lima? –reprendió al muchacho don Augusto, quien empezaba a sudar.
-Carlitos, tendrás que aguantarte. Seguro han cortado el agua por las mataperradas que hacen todos ustedes en la calle mojando a todos los peatones –decía la mamá al muchacho que estaba encaprichado con el juego.
¡Pucha, así no es presidente… ni más voto por ti, jajaja! –exclamó cachasiento Carlitos.
Y así fue que en ningún rincón de la gran Lima salía ni una gota por los caños. Tanto así que tuvo que cortarse también el agua de Palacio de Gobierno. Y hasta el presidente tuvo que remangarse los puños de su camisa y cargar los baldes de agua, como cualquier hijo de vecino.
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