Juan Mujica
El resultado fue un muerto con ocho balas en el cráneo. Todos estaban enterados, pero la prensa decidió ahondar en las investigaciones, debido a que la policía hacía una labor tortuguesca. El occiso estaba aún tirado en aquella autopista de Lurín. Muchos de los policías rodeaban al cadáver, aunque aún había una buena cantidad de periodistas y reporteros gráficos tomando fotos, e indagando sobre más detalles.
-Un metro setenta, cabello negro, barba partida….-apuntaba uno de los periodistas.
-Señores, no se aglomeren. Les daremos los datos que requieran, pero no causen desorden –decía uno de los policías presentes en la escena del crimen.
-¿Jefe usted presenció el atropelló? –preguntó otro de los periodistas.
-No, yo llegué en cuanto nos informaron del hecho.
-¿Y hay algún testigo? –volvió a preguntar el primer periodista.
-Parece ser que el único testigo fue el que lo atropelló, pero como ven se dio a la fuga –respondió el jefe de la policía, un tanto sudoroso con aquella camisa que no era de su talla.
Sin embargo, llegó un momento en que llegó el fiscal y la policía destapó el cuerpo, emanando un olor hediondo, característico de un cadáver que empezaba a descomponerse.
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