-¡Papá, papá! ¡Hemos visto al muqui!
-¿Por qué tanto escándalo, hijo?
Ya les dije que esos duendes son solo mitos populares.
No
obstante, realidad o mito, las apariciones de estos personajes eran
inacabables. Muchos mineros se mantenían escépticos a tales duendecillos.
Pensaban que se trataba de una creencia y hasta engaño por parte de los niños.
Por cierto, que dichos personajes, o al menos su creencia corresponde a los
subterráneos y/o minas de los andes peruanos.
-Bien señores, sigamos el trabajo
en esta mina -dijo uno de los jefes de un grupo de mineros.
-Señor Quispe, disculpe. Pensará
que es una tontería, pero mi hijo me ha contado que varias veces él y sus
amigos han visto a unos personajes a quienes llaman muquis -expresó el señor
Ipanaqué, quien era uno de los mineros.
-Vamos, vamos, no vas a creer en
esos mitos. Son creencias de niños. Es como creer en el cuco. ¿Crees tú en el
cuco?
-Claro que no señor.
-Bueno, entonces. Olvida ese
asunto y sigue trabajando.
Al
parecer el señor Quispe no creía al igual que muchos mineros, en la existencia
de aquellos personajes que vivían en las minas peruanas. No obstante, también
se dice que los muquis se les aparece a las personas, y generalmente a los
niños que no han sido bautizados.
-¿Qué tal te fue Manuel? ¿Qué te
dijo tu supervisor?
-Lo que suponía, Clara. No cree
en esas criaturas, y menos viniendo esos rumores por parte de los niños.
-Pero, ¿tú has visto alguno de
esos muquis?
-La verdad no. Iré con Luchito a
esa mina y demostrarle que no existen tales personajes.
Fue
así que el señor Manuel fue un fin de semana con su hijo y le dijo que le
demostraría que tales muquis son solo producto de su imaginación. Entraron a la
mina, cada uno con su antorcha, y conforme se iban adentrando el papá le iba
diciendo a Luchito que “¿ves?, no hay nadie aquí”. No obstante, mismo
paracaidista, algo o alguien se hacía presente. Se oyó muy al fondo de la mina
como si alguien aplaudiera. Por tanto, ambos se miraron, pero el hijo apretando
la mano de su papá con fuerza, sobraban las palabras para decirle que podría
ser un muqui.
-Papá, es él. ¡Existe, existe!
-Tranquilo, hijo. Avancemos más y
veremos si existe el tal duende.
Fue
así que Luchito, de la mano del señor Manuel se adentraron más en la mina.
-¿Qué raro, papá? Ya no se
escucha nada, pero tú eres testigo que alguien aplaudió.
-¿Sabes qué hijo? Tu abuelo una
vez me dijo que estas criaturas se les aparece a los niños que no han sido
bautizados. Por tal, vamos donde el cura para que te bautice y se acabe el
problema. Dicho y hecho, Luchito fue bautizado y ya no escuchaba al muqui. Posteriormente,
volvió a hablar con el señor Quispe, su supervisor:
-Listo, señor. Mi hijo ya fue
bautizado y ya no ve al Muqui.
-Qué bueno Manuel. Precisamente,
ayer entré a chequear las minas y nunca me había asustado tanto. Tú hijo tenía
razón. Esas criaturas existen.
-Vaya, señor Quispe. Se lo dije.
¿Y qué piensa hacer? ¿Abandonar la mina? ¿Clausurarla?
-Solo hay una solución: buscaré
al cura del pueblo para que bautice a los que no tienen ese sacramento.
No
obstante, el señor Quispe fue informado de algo inesperado. El cura ya no
estaba. Le dijeron que fuera a las minas, y se encontró cara a cara con los
muquis. ¿Y qué pasó? Pues que aquellas criaturas, lo acorralaron, botaron su
agua bendita y lo convirtieron en un muqui más. Por tal, aquella mina tuvo que
ser clausurada y nunca más nadie entró ni salió de ella. ¿Y cómo sé todo eso?
Pues que yo soy aquel niño Luchito… y también soy un muqui.
Esgrimista