En cierta carpintería, en la ausencia de los carpinteros se armó una jarana en que participaban del jolgorio todas las herramientas que estaban presentes y que habían estado de servicio por muchos años. Así que prendieron la música y empezó el baile: El martillo bailaba con los clavos, las tuercas bailaban con los pernos, el serrucho con el pedazo de madera, las limas y la lijas se divertían con los metales y otros maderos. Sin embargo, había un personaje que no bailaba.
-¿Por qué no bailas desarmador? –preguntó una sierra eléctrica, sin dejar su estruendoso sonido.
-Por culpa de una apuesta –respondió desalentado.
-¿Y perdiste? ¿Cuál fue la apuesta? –volvió a preguntar la sierra eléctrica, quien estaba haciendo esperar a un árbol talado.
-Pues hice una apuesta con unos pernos. Tiramos una moneda al aire. Ellos dijeron que no bailarían conmigo si salía cruz, y yo dije que bailaría con ellos si salía estrella.
-¿Y qué pasó desarmador?
-Que salió cruz. El desarmador en cruz, mi hermano.
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