Uno de los representantes del vanguardismo es Ramón Rafael de
la Fuente Benavides, mejor conocido como Martin Adán, en cuya obra resalta su
hermetismo y profundidad. Fue un vate culto y hasta políglota. Nació un 27 de octubre de 1908.
Durante su trayectoria estudiantil conoció y se vio
influenciado por Coello Mendoza, quien lo apoyo a continuar con su arte
literario, pero además tuvo la oportunidad de conocer entre sus compañeros de
clase a Emilio Westphalen, Estuardo Núñez, entre otros. Sus estudios los
realizó en la Decana de América (UNMSM).
Conforme se fue adentrando en sus quehaceres y
responsabilidades, experimentó una exigua y precaria situación económica. Ello
aunado al vicio del alcohol, lo cual lo obligó a mantenerse internado en los
sanatorios, hasta que dejó de existir en 1985.
Uno de los detalles pintorescos de él es su pseudónimo
literario. Del cual hay más de una hipótesis, como la que señala que eligió el “Adán”
por ser el primer hombre en la Tierra, lo cual lo haría destacar por su
originalidad, hacia lo nuevo.
No obstante, al preguntarle a Martin Adán sobre su
pseudónimo, este respondió: ¿a quién le importa o qué importancia tiene?, lo
cual hace colegir que no tiene tanta importancia su sobrenombre sino su obra en
sí.
A inicios del siglo XX conoció a diversos escritores, entre
ellos destacan: César Moro (1903), Enrique Peña Barrenechea (1904), Xavier
Abril (1905), Carlos Oquendo de Amat (1905), Luis Valle Goicochea (1911),
Emilio Adolfo Westphalen (1911), José María Arguedas (1911), Vicente Azar (1913),
Manuel Moreno Jimeno (1913), etc.
Por su parte, como paladín del vanguardismo, el cual es un
grupo de movimientos del arte, que tuvieron como cuna a Europa durante la época
de la posguerra, lo cual fue como una reacción agresiva en contra de todo
aquello que significó como lo conservador y arcaico.
Por tanto, Luis Alberto Sánchez en el prólogo menciona que;
“La Fuente es la vanguardia, por su frescura de imágenes, por su dislocamiento,
por su humorismo, por su deportismo en el estilo: pero este afán de hacer
literatura y frases, acusa cierto decadentismo distante del ritmo rubeniano,
pero no por eso, menos decadente”.
De otro lado, en el campo poético resalta su énfasis en la
reflexión de la filosofía, el cual es profundizado en lo sempiterno y lo
relevante. Dichas expresiones esgrimidas a través de la presentación de
imágenes y metáforas.
Entre sus obras más destacadas resaltan: La Casa de Cartón (1928), La Rosa de la
Espinela (1939),
Sonetos a la Rosa (1931-1942),
Travesía de Extramares (1950), Escrito a Ciegas (1961), La Mano Desasida,
Canto a Machu Picchu (1964), La Piedra Absoluta (1966), Mi Darío (1966-1967), Diario de Poeta (1966-1973) y De Lo Barroco En
El Perú (1968).
Juan Mujica
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