En unos minutos despegaría aquel
cohete, pero ya previamente el encargado de las escaleras estaba cumpliendo su
función; y así los tripulantes pudieron ir subiendo y acomodándose en sus
asientos, listos para realizar un nuevo viaje a alguna galaxia lejana.
-Llamando a Yerson de la torre de
control. ¿Nos escuchas?
-Los escucho… fuerte y claro.
-Ok, entonces ya retírate del
cohete, que ya va a despegar.
-Bien. Entendido torre de
control.
Y
ustedes se imaginan, ¿cómo llegó Yerson a formar parte de la NASA? Les resumiré
la historia: resulta que él creció en una familia muy humilde, por lo cual
inició a aportar con la canasta familiar de su hogar, y en un principio ayudaba
a su papá en el rutinario oficio de colocar flores en el cementerio más cercano
a su vivienda. Por tal, que luego de unos meses se volvió ducho en la materia.
Y le perdió el panorama sombrío de aquel panteón. No obstante, que cuando faltó
negocio en aquel cementerio tuvo que “buscárselas” en otros cementerios. Y fue
ahí que un señor vio su destreza con la escalera y le ofreció un puesto dentro
de una compañía de bomberos. En ese momento, Yerson no lo pensó dos veces y
aceptó dicha ocupación. Por lo que como imaginarán, en los siguientes meses el
amigo escalerista ya estaba acostumbrado al gran sonido del camión de los
bomberos, e incluso hubo veces que se le vio como un experimentado bombero,
salvando vidas ante el asombro de toda la gente que lo observaba. Además, las
palmas no se hicieron esperar, y llegó el momento en que tanto él y su familia
estaban orgullosos. Y así se la pasó con aquella herramienta de trabajo, que
desde muy pequeño le ayudó a subsistir: su escalera.
No
obstante, volviendo al presente, cuando todavía estaba trabajando en la NASA,
cuando faltó un tripulante, preguntaron si había algún voluntario, y como es de
esperar fue Yerson, quien levantó el brazo. Por tal que al subir una vez más
dicha escalera, la cual en el otrora se la había acomodado a otros, sentía algo
extraño. Un presentimiento, pero no le dio importancia. Fue así que el cohete
despegó y como si fuera castigo etéreo, explosionó, perdiendo la vida todos sus
tripulantes. Y cuando volvió en sí, se encontraba al inicio de una escalera, y
una voz le decía que suba. Por tal, subió y subió, hasta que apenas y con un
gran esfuerzo llegó hasta arriba, en lo que podríamos llamar las puertas del
cielo.
-¿Dónde estoy? -preguntó Yerson,
muy extrañado de tanta luz que enceguecía.
-Estás en el cielo, Yerson -le
respondió el mismísimo San Pedro.
-¿Ya estoy muerto? -preguntó muy
asustado y triste.
-Ahora estás en el cielo, sin
embargo, debido a tu gran vocación de servicio en tu vida, volverás y se te
encomendará una gran misión.
Fue
entonces que Yerson volvió a la vida y cuando recuperó el conocimiento, se vio
en la puerta de un inmueble, que era en realidad una fábrica, que en cuanto vio
un cartel en la entrada, no tuvo dudas e inmediatamente supo cual era su pronta
misión, y el letrero decía: “Fábrica de escaleras Yerson”.
Esgrimista
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