Tratar este tema me lleva al
pasado. Y como suele pasar todo pasa como jugando. Jugar a alucinar a ciertas
circunstancias para vacilón de otro u otros. Sea como fuere, cuando naces con
la virtud o destreza, dicha cualidad te seguirá y te perseguirá a donde vayas, o
el tiempo que le tome alcanzarte.
En mi caso disfrutaba escribiendo
crónicas. Contando vivencias propias y metiéndole picardía y mofa; y como nunca
falta también estaban presentes el ajo y la cebolla. Paralelamente me vi
magnetizado por los versos en rima. Siguiendo con el tema del juego, disfrutaba
en mis primeras épocas haciendo cuartetas y escribiendo y escribiendo sornas o
apologías. Todo eso me gustaba, pero como digo siempre. Lo hacía para diversión
de otros.
Ahora, la pregunta del millón:
¿cómo pasé de “poetastro” a prosaico? Lo lógico hubiera sido empezar con los
cuentos y seguir con las novelas; sin embargo, como durante mucho tiempo fui
lector de novelas, pues ahí fue donde me picó el bicho de escribir mi primera
novela a la que llamé “El oráculo de Xarcax”.
Una vez que ya la tenía de manera
tangible y física. Fue como un contrato conmigo mismo. Aparte de ser periodista;
y habiendo escrito mi primera novela; no había marcha atrás. Seguiría
escribiendo y escribiendo. No obstante, por el tema de los costos, me animaron
a escribir cuentarios, es decir, libros de cuentos. Ha pasado mucho tiempo, y hay
tres cosas que jamás me abandonarán: la poesía, los cuentos y las novelas que
aguardan ver la luz pública. Saludos colegas y nunca renuncien a sus sueños
literarios.
Esgrimista
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