martes, 30 de marzo de 2021

El centauro de oro (cuento)

 


-¡Oye, fíjate que anoche soñé con… !

-¡Qué casualidad, yo también soñé con un… !

Diálogos como estos se fueron expandiendo por todo aquel pueblo. La cuestión es que, desde los tiempos de Homero, todo aquello que sonara a leyendas o mitos, era considerado como tal. Sin embargo, en lo que respecta a los habitantes de aquel pueblo llamado Cancerbero, aquellos episodios oníricos se fueron realizando ya casi cotidianamente. La autoridad de dicho lugar, le encomendó a sus adivinadores y demás personajes de la magia negra, que deduzcan por qué dicho sueño aparecía y se repetía en todos.

-Es un sueño muy extraño, mi señor…

-Así es. No podemos saber lo que significa o el mensaje que nos quiere dar a todos…

La situación se volvió tan incómoda, que la gente prefería evitar dormir, pero obviamente eso no se puede evitar. No obstante, un buen día apareció la estatua de un centauro; pero no era nada común, ya que se trataba de un centauro de oro. Aquello les causó mucha sorpresa a los pueblerinos de Carcerbero. No obstante, como si fuera cosa de magia, los pueblerinos se contaron unos a otros que habían dejado de soñar con aquel centauro de oro; sin embargo, como cualquier otro cuento, aquí no acababa la cosa. Puesto que, en otra parte del pueblo aseguraron ver otro centauro de oro. Y como si fuera magia, en otro lugar de Cancerbero, otros cancerberinos también manifestaron que vieron a otro centauro de oro. Es decir, que al parecer dicho personaje se había vuelto “ubicuo”, es decir, que estaba en muchas partes a la vez. Por su parte, los adivinadores y los de magia negra, no atinaban a saber qué estaba sucediendo o por qué. Hasta que sucedió lo que nadie esperaba; se aproximó y siguió aproximándose. Trotando y galopando a vista y paciencia de otros. Se trataba del mismísimo centauro de oro; moviéndose y observando a todos los presentes. Por su parte, la autoridad de Cancerbero estaba muy impactado. Con la boca abierta, al igual que muchos pueblerinos, y qué decir de los adivinadores y brujos de la magia negra. Todos veían cómo se aproximaba. Hasta que aconteció lo que nadie esperaba.

-Cancerberinos… calma, calma… que vengo en son de paz -expresó el centauro de oro, observando y observando a todos los presentes, mientras acomodaba sus pasos y preparándose para expresarse.

-¿Quién eres… de dónde vienes,… y qué quieres? -manifestó la autoridad del pueblo, aún impactado por ver a un humaoide con cuerpo de caballo.

-Vengo de muy lejos, muy lejos; soy Equinoccio y pertenezco a una horda de personajes como yo; y en cuanto para qué vine, pues vengo a advertirles sobre la venida de una estampida de minotauros, humanoides gigantes, demonios embravecidos, y toda clase de personajes monstruosos.

         Al oír aquel augurio, los cancerberinos se alarmaron, y fue así que Adalid preguntó a Equinoccio, ¿qué podrían hacer? Y fue así que el centauro de oro le dijo a la autoridad cancerberina su plan. Por tanto, usando su poder, al llegar el día no había pueblerino alguno en Cancerbero. Llegaron todos aquellos minotauros, humanoides gigantes, demonios embravecidos y monstruos en general; y para su sorpresa no vieron a nadie. Por lo cual, siguieron su camino. Pero, ¿qué había pasado?

-¡Qué gran poder tienes Equinoccio! -expresó Adalid lleno de agradecimientos, los cuales se los expresó en nombre del pueblo-. Nunca me había imaginado convertirme en una constelación, al igual que todo mi pueblo.

-No es nada, Adalid. Solo cumplí con mi misión -refirió el centauro de oro.

-¿Volveremos a verte Equinoccio?

-Te aseguro que sí. Cada vez que levanten la mirada ahí estaré.

         Por tal que, dicho y hecho, luego que el centauro de oro partió. Levantaron la mirada y pudieron verlo. Ahí estaba. Equinoccio era ahora una pléyades. Y en agradecimiento, Adalid decretó que, de ahora en adelante, ya no serían cancerberinos, sino centaurinos. En memoria de aquel centauro de oro. Colorín colorado…


Esgrimista

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