miércoles, 23 de febrero de 2011

El hijo de Neptuno


Juan Mujica

De pronto, aquel grupo de piratas, quienes tenían como prisionero al hijo de Neptuno, fueron castigados con la furia de gigantescas olas. Al principio solo creyeron que era una tormenta, pero luego fue tan dantesco el vertiginoso y profuso oleaje que hizo temblar a los piratas, e incluso pedir auxilio con Biblia en mano.
-¡Capitán Barba Azul… la tormenta es muy fuerte! ¡¿Qué hacemos?! –preguntó uno de los piratas a su líder.
-¡No se asusten, que ya va a pasar! –respondió el capitán, pero ni el mismo estaba seguro.
-¡No pasará hasta que me suelten, malditos piratas! ¿No se dan cuenta que mi padre es quien formó la tormenta con su soplo poderoso? ¡Suéltenme o morirán ahogados! –replicó el hijo de Neptuno, con un brillo de venganza en los ojos.
Desesperados y prestos a salvar sus vidas, desmarrocaron al hijo de Neptuno, con tal rapidez que volvió la calma en altamar. Y sin más habladurías, se zambulló la deidad y desapareció, dejando tan solo algunas burbujas que salieron a flote.

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