Juan Mujica
Aquella invasión de seres extraterrestres, quienes tenían amenazados a los terrícolas, tan solo era el resultado de ciertas comunicaciones que habían recepcionado, y que muchos decían que habían sido transmitidas a través de máquinas de radares o algo parecido.
-Torre de control… torre de control… ¿cómo va la situación? –preguntaron desde cierta base terrestre.
-La situación sigue igual… repito, la situación sigue igual. Las naves espaciales están quietas y no hay señal de comunicación –respondía un astrónomo que se encontraba cerca a los satélites en el espacio-. Esperen, parece que se abrió una compuerta. Acaban de sacar unas máquinas que parecen disparadores de rayos. Estamos en peligro, repito, estamos en peligro. Se preparan a atacarnos.
Pocos momentos faltaban para que aquellos seres desaten toda su furia sobre nosotros. Sin embargo, la población se preguntaba ¿quién o cómo se habían enviado las señales al espacio, y mediante un mensaje anónimo se supo que el responsable era un personaje ajeno al problema, pero culpable al fin. Tan solo era un niño de 7 años que había jugado con las máquinas sofisticadas de su astrónomo padre.
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