miércoles, 27 de octubre de 2010

Simple

Brighit Cornejo

Escribo porque es lo mejor que sé hacer (o eso pienso yo), porque es la manera más honesta y sensata de expresarme, porque escribiendo no miento (o trato de no hacerlo), porque nadie me juzga ni me cuestiona (o eso es lo quiero creer), porque puedo hacerlo sufrir, hacer retorcer de dolor a mi enemigo, porque invento mundos lejanos, lúgubres, fantásticos. Porque creo vidas totalmente contrarias y paralelas a la mía, y porque sencillamente si no lo hago me vuelvo con cada día que pasa, una persona frustrada e inquieta (mucho más de lo que ya soy).
Al llegar la depresión, las contrariedades, querellas de la vida, y ese sentimiento llamado tristeza, nacen narraciones extraordinarias, los mejores escritos, la fluidez de las palabras es increíble, al punto de yo misma sorprenderme y casi al mismo tiempo admirarme, aunque sé que aquello durará poco, y ese glorioso ego pasajero, se esfumará casi tan rápido como apareció. Escribo cuando quiero, cuando debo, y como quiero; no existen los límites ni las fronteras, el límite es el cielo, pienso yo; cuando la pereza no se apodera de mí, cuando esos sentimientos contrariados e indescriptibles me hacen su más leal esclava, cuando mi ordenador me lo permite, o cuando hay suficiente espacio en paredes, papeles, tu cara (¿por qué no?) y muchos otros recónditos lugares, que aún no me son conocidos.
Me burlo de las clases, me burlo de los maestros, los traiciono escribiendo en clases, cosas que no competen con sus estúpidas materias, pienso que fabulosamente bien me siento cuando lo hago, casi sonriendo con malicia al mismo tiempo; a veces quisiera poder recordar cuando fue la primera vez que escribí, cuál fue el motivo de aquello, por qué o por quién lo hice, ¿Cómo empezó todo?, tantas preguntas aún no planteadas y tantas respuestas aún no contestadas, suspiro desganadamente, porque sé, que es imposible (o tal vez no tanto) recordar, dado que mi prematura amnesia, florece día con día, haciendo que regularmente me olvide de las cosas, importantes-no importantes (no sé), aunque en el fondo de mi ser, siento y pienso que de alguna manera es mucho mejor así .... "Recordar, es volver a vivir".
Tengo miedo al pensar en que alguna vez algo me impidiese hacer esto, algo me impidiese crear, algo me impidiese sencillamente: escribir, ese día sería el final de todo, hago un viaje introspectivo y pienso que me conozco bien y que seguramente cogería el veneno más eficiente y deliciosamente mortífero, y acabaría con todo. Alguna vez se cruzó por mi mente ser una estrella de rock, hacer música y vivir de ella, ese sueño que hasta ahora anhelo, aunque con menos intensidad que antes, tocar la guitarra como aquellos dioses rockeros que tanto admiro y deseo ser en sueños. Ser parte de una banda de rock, ir de gira por tantos lugares, destruir habitaciones (¿por qué no?), comer mucha comida chatarra, y claro también ser parte de aquel mundo libertino, al que a veces quisiera pertenecer; sexo, drogas y alcohol... – vuelvo en sí y me rio- porque sé que ese sueño es muy lejano y ajeno a mí, por eso es lo que es, un simple e ínfimo sueño alojado en mi anomálica y rockera cabeza.

Pienso que las visitas inesperadas son una mierda, pienso que con una sola llamada, me hubieran ahorrado el disgusto de una tranquila mañana dominguera. Los odio desde lejos, los odio desde cerca, los odio desde mi habitación, puedo oír sus risotadas, puedo imaginar esas sonrisas fingidas que tanto detesto en las personas, descubro en sus voces, hipocresía, mentira, y un toque de suspicacia y es por eso que los odio más, pero lo rescatable de aquello fue, poder escribir con una mediana algarabía; también descubrir que encerrada en las cuatro paredes de una habitación puedo volverme enérgicamente una desquiciada, rockera, inquieta y frustrada loca; sino preguntémosle a S.

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