lunes, 18 de octubre de 2010

El Queirolo, las letras y M


Cierto día M pasó por la casa de S y vio que sería bueno visitarlo, sin embargo, los señores S, quienes habían venido del extranjero, le dijeron a M que por favor volviera otro día. “Qué piña que soy” expresó M, pero mientras cruzaba por el Jr. Quilca se encontró con R, después de mucho tiempo. Ambos se alegraron por tal casualidad. Así que entraron al Queirolo y brindaron por el repentino y sorpresivo encuentro.

Entonces, estando M y R ya empilados, sonó el celular de R, y éste contestó. Se trataba de P, W, A, Q y L, quienes estaban en el boulevard de los libros, y R les pasó el dato que se encontraba con M. Así que R dijo “Motivaso”. Por lo que aquella gente mencionada “acudió a todo galope” hacia dicho bar. Al abrirse la puerta,M supo que esto sería hasta las últimas consecuencias. Los saludos fueron afectuosos y sin perder más tiempo, W y L pidieron tres cajas de cerveza.

El encuentro se convirtió en chupística y desfilaron por la pasarela del recuerdo y el verbo turronero las más jacarandosas anécdotas de aquellos días en la universidad. Muchos de estos amigos incluso les brotó las lágrimas y levantando sus vasos de chop dijeron “salud”, “salud”, ¡hip! Pronto cayó la noche y como suele suceder, la conversación se volvió tensa. L, Q y P estaban discutiendo con M. Tres contra uno, sin embargo, M no se amedrentaba, ya que confiaba en sus argumentos fidedignos.

No obstante, muy molesto M decidió largarse de aquella reunión y con el permiso de R, huyó de allí con rumbo desconocido. Sin embargo, los demás personajes continuaron bebiendo sus chops, acordándose de más anécdotas y riéndose de todo. Supo entonces R, porqué M se había retirado. Por lo visto más de uno estaba hablando demás. Por lo que R no soportó más y luego de salir del baño hizo la finta que iba a tomar un poco de aire y se las picó.

Una vez afuera, el Jirón Quilca lucía solitario, con tan sólo algunos transeúntes caminando de ida o de vuelta. Se dirigió a la Av. Tacna y ante sus ojos vio a M tirado en la pista. Admirado y conmovido, creyó que lo habían atropellado o asaltado. Trató de hacerlo reaccionar, pero al parecer no despertaba. R se preocupó y desesperó al ver a su amigo privado. Hasta que de repente abrió los ojos, y M dijo…”Entre tantas letras tenía que tocarme a mí”, “soy M y a la M me voy”, jaja. R y M sonrieron y se pusieron de pie. Al día siguiente leerían en los diarios “Queirolo bar de las letras se fue a la M”.

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