Juan Mujica - "Dos palabras"
Tan pronto como oscureció, su laboratorio se convertiría en lo que el mundo llamaría "El agujero negro", pues entre el material químico y sus lucubraciones, sólo su tarántula radiactiva comprendía, según él, sus intenciones que contradecían la metafísica y la parapsicología. El doctor Praxis, nacido en Australia y radicado en Berlín, se encerraba durante días, a veces sin más aperitivo que un jugo de frutas. Centrado entre el rumor de los cantos gregorianos que alentaban su lucidez, y la incipiencia de una úlcera.
Sus investigaciones desconcertaban el raciocinio de la comunidad científica, pero eso poco le interesaba. Sin más compañía que su perro Newton y un estante de madera, en cuyos anaqueles almacenaba entre libros de ciencia y poesía culteranista, sin embargo, su pensamiento se fue en declive hacia la esquizofrenia progresiva. Tan sólo encerrado en sus murmuraciones que aludían palabras como: "homosapiens" y "maldita catarsis".
Además en sus momentos de buen ánimo pronunciaba refranes antiguos, y sus ojos pardos de mirada profunda, oculta detrás de sus gafas azules, no dejaba posibilidad de sospechar que aquellos cincuenta y tantos años, se estaban convirtiendo en una cifra ajena a su realidad interior. Entre las penumbras de su misterioso laboratorio y los vericuetos de su mente, se empezaba a dilucidar el resultado de su investigación, que consistía en descubrir la manera de potencializar, el máximo porcentaje de la actividad cerebral, es decir, hacer de la mente humana, el instrumento que sometería la función de los objetos, y haría realidad lo establecido como imposible, respecto de las leyes del tiempo y del espacio.
Un día de diciembre, su cacumen se iluminó, y concibió la idea que a partir de cráneos que coleccionaba en frascos, abrirlos y analizar sus componentes, tanto físicos como químicos, y a partir de ello sacar hipótesis de supuestas limitaciones evolutivas que determinarían la eficiencia incipiente del cerebro humano. Ante esta situación, decidió mezclar ingredientes químicos, que en algunos casos eran mortales, y logró hacer tal mezcla que echaba chispas. Sería esta la sustancia que incrementaría las funciones cerebrales a niveles insospechados, pero no midió los efectos, que incluían el derrame cerebral.
Emocionado por su descubrimiento, dejaba notar las nervalidades de su semblante, y decidió inyectarse la sustancia a su cráneo, trayendo como consecuencia convulsiones, monólogos incoherentes que aludían: la telekinesis, levitación y viajar por el tiempo. Al enterarse la comunidad científica de lo sucedido, decidieron analizar su pócima. Concluyendo que sus resultados incrementaban realmente la capacidad mental, pero no estaban convencidos del todo, sobre lo que el "científico loco" sería capaz de hacer de ahora en adelante, por lo que iniciaron una serie de pruebas para comprobar los "poderes" del doctor.
La noticia del descubrimiento voló de un país a otro y rápidamente se difundió por todo el planeta. A pesar que aún la ciencia no daba un veredicto positivo, pero eso era lo de menos para su descubridor. Y a pesar de las advertencias, el doctor Praxis se lanzó hacia la práctica de sus nuevas destrezas. Inició con el dominio de la inercia sobre los objetos. Enfocó su pensamiento en una gran roca que le impedía ver el paso del sol por las mañanas. La mole reaccionó y luego de miles de años de estática comenzó a moverse ante el asombro del científico.
Quedó tan estupefacto que su dolor de úlcera era una utopía, naciendo en su conciencia una nueva noción de poder humano. A continuación buscó a su fiel can, que estaba retozando bajo la sombra del viejo árbol. Disfrutando de sus últimos años como buen compañero, pero esta vez sus ladridos estarían de más. Nuevamente su dueño se concentró, hasta el punto que sus neuronas se conmocionaron, renunciando a la idea de lo imposible. Entonces, Newton, olvidando su antiguo lenguaje onomatopéyico y automáticamente pronunció la célebre frase: "Pienso, luego existo".
A partir de ese momento el controvertido descubridor, razonaba en función de teorías distintas a la de los grandes pensadores, pues ahora todo ese cúmulo de axiomas, que durante milenios se utilizaron para sustentar la realidad, ahora ya no era válido para él. Así que decidió escribir su nueva teoría, la que cambiaría radicalmente las potencialidades del hombre sobre el universo. Y un día que se deleitaba con un plato de arroz con salmón -uno de sus favoritos-, decidió que ya era hora de intentar viajar por el tiempo. Desafiar las últimas leyes de los universos paralelos y sortear otras realidades, para comprobar y demostrarle a ese montón de inútiles -los demás científicos-, que no había límites para él.
A partir de ese momento el controvertido descubridor, razonaba en función de teorías distintas a la de los grandes pensadores, pues ahora todo ese cúmulo de axiomas, que durante milenios se utilizaron para sustentar la realidad, ahora ya no era válido para él. Así que decidió escribir su nueva teoría, la que cambiaría radicalmente las potencialidades del hombre sobre el universo. Y un día que se deleitaba con un plato de arroz con salmón -uno de sus favoritos-, decidió que ya era hora de intentar viajar por el tiempo. Desafiar las últimas leyes de los universos paralelos y sortear otras realidades, para comprobar y demostrarle a ese montón de inútiles -los demás científicos-, que no había límites para él.
Así que se dirigió hacia el pasado, atravesando el túnel del tiempo, hasta que llegó al siglo XVI, en el instante en que juzgaban a Galileo Galilei por afirmar la redondez de la Tierra. Y luego que éste se retractara para salvarse de la hoguera, se le acercó y le dijo al oído: "No te preocupes. Tu teoría dará la vuelta al mundo en la era espacial". Ante tales palabras, Galilei quedó desconcertado. Luego, el doctor Praxis, quiso ir esta vez hacia el futuro. Así que canalizó su psique y enrumbó su humanidad del siglo XX, hacia un destino incierto dentro del siglo XXXV.
Al pisar tierra notó que la superficie estaba sedimentada con una sustancia extraña, pero no le tomó importancia, pues lo que más le llamó la atención era la población zombi, que se desplazaba de un lugar a otro levitando, sin una coherencia en sus ideas. Así que preguntó a uno al azar acerca de su realidad. Éste le respondió que su deber era servir al supremo líder, pues era quien gobernaba aquel lado de la galaxia. El viajero del siglo XX quedó muy intrigado acerca de ese gobernante, y decidió seguir a los zombis para conocerlo. Siguió las levitaciones de los otros y llegó hasta una fortaleza hecha de un mineral desconocido.
Se infiltró clandestinamente, burló la seguridad y pudo ver en el momento que el líder supremo volteaba. Era su propio rostro. Había logrado vencer la ley del ciclo vital, permaneciendo joven durante milenios. Ahora se daba cuenta del destino que le esperaba. Preocupado, inmediatamente volvió a su tiempo y lanzó la sustancia en un frasco, el cual sigue flotando hasta ahora, esperando su descubridor que no se abra nunca, por el bien de la humanidad.
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